Hacia una ética de cuidado entre mujeres
Yuderkys Espinosa Miñoso
Affidamento, llamaban
las feministas italianas de la diferencia, a una practica de confianza y
cuidado mutuo entre mujeres. Sostenían que en el patriarcado, a las
mujeres, como mandato primario de obediencia al padre, se nos enseña a
desconfiar de las otras, a pensar que nuestra otra igual era nuestra
peor enemiga, empezando por la propia madre, terminando por la propia
hija. Las mujeres, decían, no tenemos historia como grupo, nuestra
adscripción primara ha sido con el padre y su ley. Denunciaban como los
sistemas de pensamiento modernos, como el psicoanálisis, la antropología
estructuralista, la semiótica, etc., han justificado una y otra vez
esta práctica, argumentando que la entrada a la cultura, entendida como
la ley paterna, solo se hace a través de una separación inicial y
necesaria con la madre, considerada naturaleza. Las feministas de la
diferencia han criticado estas posturas, develándolas en todo su
contenido androcéntrico y misógino. Mostrando de qué forma esta ruptura
entre la niña y la madre, propiciada por la cultura, es parte de la
operación por la que las mujeres, separadas entre sí, sin poder
construir una idea de comunidad entre ellas, se mantienen files al padre
y a su cultura de dominio.
Por eso hablan de la necesidad de construir affidamento.
Una práctica de lealtad, compromiso, confianza y cuidado primario entre
mujeres. Una práctica que consideran de inaudita libertad “femenina”,
en la medida en que se construye en oposición a la ley paterna que
exige, a cambio de cuidado y protección, la desvinculación, la sospecha y
la desidentificación entre las mujeres. El affidamento
sería el acto por medio del cual las mujeres podrían encontrarse con la
otra igual en la opresión, y construir con ella lazos de solidaridad,
amor y respeto, acto que ya en sí mismo, desestabilizaría el orden del
padre.
Adrianne Rich, en EEUU, ha llamado a esta práctica de amor, cuidado u confianza entre mujeres, continuum lesbiano.
A partir de un análisis parecido al de las italianas, ella propone una
lectura del lesbianismo como práctica de relacionamiento entre mujeres
sin la intervención masculina. Señala la manera en que el sistema
patriarcal se fundamenta en la heterosexualidad obligatoria, institución
mediante la cual las mujeres abandonamos el deseo por la madre, por la
otra, y aprendemos desde temprana edad a depender emocional, física y
económicamente del varón.
Rich,
a principios de los setenta, reflexiona sobre las relaciones de amistad
profunda entre mujeres, práctica que aunque poco extendida en su época,
había sido conocida en décadas anteriores; las propone como un modelo
simbólico de relación primaria entre mujeres, que podría considerarse
como ejercicio de máxima libertad, en la medida en que instituye
espacios por fuera de la mirada y la omnipotencia masculina. Tomando al
lesbianismo como practica desobediente al mandato de fidelidad y
dependencia al varón, señala que todas las experiencias de amor,
fidelidad, acompañamiento, cuidado y complicidad entre mujeres, son
parte de un continuum lesbiano, en donde las mujeres aprendemos a construir lazos por fuera de la heterosexualidad.
Más allá de que estemos o no de acuerdo con las lecturas que nos proponen las
feministas de la diferencia, quizás lo interesante sería pensar la
manera en que las mujeres nos relacionamos y construimos vínculos entre
nosotras. Regularmente, lo sabemos desde la experiencia y el dolor,
estos intentos no son los más felices. Debido muy probablemente a lo
aprendido, las relaciones entre nosotras, muchas veces están cargadas de
celos, resentimiento, traición, competencia; una imposibilidad de
reconocer en la otra una interlocutora válida, una fuente de
conocimiento legítimo; una imposibilidad, como señalan las italianas, de
reconocer a la otra como autora, como productora de cultura, como digna
de confianza.
Esta
dificultad para el encuentro con la otra, sin lugar a dudas, se
convierte en un obstáculo importante para la deconstrucción de la macro
cultura patriarcal. Solo en el reconocimiento mutuo podemos apelar a la
construcción de una genealogía propia, a la producción de nuevos
significados y valores, desde donde se produzcan nuevas formas de ser y
estar en el mundo. Apelar a una
ética de cuidado entre mujeres, es un imperativo de la política
feminista, puesto que sólo desde la construcción de espacios de
complicidad, amor y confianza por fuera de la ley paterna, podemos
transitar puentes de mayor autonomía para todas.
Buenos Aires, septiembre 2005
vía http://laescuelajuvenilfeminista.blogspot.com/2008/08/affidamento.html
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