jueves, octubre 25, 2018

cisexismo

En un mundo paralelo, las lesbianas conversas son heterosexuales y las lesbianas del gen son transmasculinas. En ese mundo, tienen sexo con hombres valerosos y hombres transfemeninos, se reproducen y crian niñes no binaries como transgresión a un sistema bigenerista que asigna roles a todas las personas por el simple hecho de existir, en resistencia, los juegos infantiles van en rosa y azul y la ropa va en rosa y azul pastel.

En ese mundo, la merienda se acompaña con inyecciones de hormonas y todas las mañanas se celebra la irrelevancia de la realidad anatómica, se celebra mientras la lesbiana ahora heterosexual está a punto de parir y se celebra también en otra casa cuando la lesbiana que ahora tiene barba y voz grave está a punto de parir, lo celebran un poquito más cuando se levantan a recoger los platos de su compañere valerose y su compañere transfemenine mientras acarician el nuevo fruto de su vientre.
En ese mundo paralelo yo no existo y las lesbianas que conozco tampoco; ninguna lesbiana existe porque las que quedaban fueron abducidas por la tentación de igualarse a ellos.

En este mundo que habito, las lesbianas conversas son mujeres y las lesbianas "del gen" son mujeres, con una realidad anatómica que incluye útero, senos y menstruación hasta cierta edad. Aquí tenemos sexo porque nos gusta, porque queremos, porque lo hacemos chido, porque no hay posibilidad de reproducirnos y porque así, desde el placer orgásmico cósmico repelente al coito, resistimos también en nuestras camas a toda forma de apropiación: no lavamos sus platos, no lavamos su ropa, no hacemos su desayuno, no los escuchamos, no los consolamos, no vamos a sus fiestas y no parimos a sus hijos.

La Carambada
 

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